viernes, 15 de octubre de 2010

La cuenta atrás

quedarían 12 días para volver a vernos. Al resto del mundo las horas se le pasan rapidisimo dicen que no les da tiempo a nada; y en cambio a mi no es asi, los segundos no pasan es como si la aguja se detuviese y no diese movido, los minutos se me hacen eternos, las horas no se dan acabado y los dias se quedan estancados, es como si el reloj se parase y no quisiera correr el tiempo y yo solo quiero que  pase mas deprisa para poder estar contigo.
Me he dado cuenta de que el tiempo nunca juega a mi favor, conmigo siempre es un traidor, porque cuando estoy contigo las agujas del reloj corren como si fuese una maratón, los días se pasan como estrellas fugaces y el tiempo desaparece como por arte de magia.
Solo deseo estar contigo y que el tiempo vaya a esa velocidad porque aunque se me haga corta la vida la habre pasado contigo, con quien quiero, con mi amor, con mi vida, TÚ.
Quédate

domingo, 3 de octubre de 2010

El día de la Ausencia

La ausencia no es sólo distancia. Ni siquiera se limita a oponerse a la presencia, porque cuando no estás es precisamente cuando todo lo envuelves y tus recuerdos siguen vivos en mi mirada.

Cuando alguien está ausente es algo más que el hecho de que no esté o de que se ha ido.
Quien ha sentido esta experiencia conoce lo que le ocurre al tiempo y al espacio en esa ocasiones.
Todo se espesa y, sin embargo, carece de contenido, no sólo de sentido. No es que lo que pasa parece ya no interesarnos, es que en verdad no ocurre nada.  Nada que pueda siquiera oponerse o contrastarse con lo que falta. Es que efectivamente nada hay. Y esto es lo curioso, que siendo nada, precisamente por serlo, existe con una contundencia que nos impacta. Quien nos falta lo envuelve todo, lo invade todo, lo inunda todo, lo riega todo, lo vivifica todo. Hace sin estar y entonces brilla por su ausencia. Ni siquiera es posible estar de mal humor. Es como si uno mismo no estuviera en sus cabales, pero sin embargo está más en su ser que nunca.
No hay reloj capaz de medir ese tiempo, no es cuestión de kilometraje. Incluso podría darse en determinadas cercanías físicas. Esta vez te has ido. Y como ocurre en estos casos, aunque sea casual o brevemente, en toda despedida se anuncia la marcha definitiva cuyo nombre no es preciso recordar. Bastó sentir el sonido de la puerta, o ver tu espalda u oír tu fórmula de despedida para saber que empezaba el día de la ausencia, que a veces dura semanas, incluso vidas enteras. Porque no queríamos irnos. No era una separación deseada, buscada, sólo una separación necesaria. Para unos días que quízá sean como un inconcebible conjunto de breves eternidades. Es la paradoja de la ausencia. Siempre absoluta. La falta es decisiva, pero no hay pérdida, sólo pausa, aunque sin consuelo. No es que me dé lástima, pero es difícil no sentir pena. Trataré de encontrarte en los objetos, en los lugares, en las músicas, en los olores y en los recuerdos. Te buscaré en cada rincón de mi cuerpo, no en lo que veo sino en mi meoria, en mi mirada. Procuraré no reducirlo cada momento al camino de los lamentos, no de las lágrimas, pero quizá las necesite.
Todo se ha inmovilizado. En cierto modo ha fallecido. Lucharé para no fusionarme con este aparente silencio que no es sino la seca voz de la resignación. Me cuidaré para ti, porque esta ausencia no está vacía. Es la que preludia tu retorno. Incluso en estos días inmóviles voy a ti...


                                                                   Vuelve




(Ángel Gabilondo. Ministro de Educación).